La leucemia o cáncer en la sangre es una enfermedad crónica
que puede desarrollarse durante muchos años sin mostrar síntomas evidentes
La leucemia es un tipo de cáncer en la sangre. Sin embargo,
es difícil de entender porque a diferencia de otros tipos de cáncer, este no
desarrolla tumores. La leucemia es una enfermedad de las células de la sangre,
específicamente de los glóbulos blancos o leucocitos, que son las células
encargadas de defender al organismo contra las infecciones.
Cada 4 minutos una persona es diagnosticada con cáncer de la
sangre o leucemia. Y cada 10 minutos, alguien con leucemia, muere. La leucemia,
según estas estadísticas de la Sociedad de Lucha contra la Leucemia y el
Linfoma (The Leukemia and Lymphoma Society una de las agencias de salud no
lucrativas más grandes del mundo que se dedica a luchar contra el cáncer en la
sangre) causa más muertes que cualquier otro tipo de cáncer entre los niños y
los jóvenes menores de 20 años. Aunque es considerada una enfermedad de los
niños, la leucemia afecta igualmente a los adultos.
Las células de la sangre incluye a tres: los glóbulos rojos
que se encargan de transportar el oxígeno; las plaquetas que se encargan de
formar los coágulos y los glóbulos blancos o leucocitos, que tienen como
misión, combatir las infecciones del cuerpo. Estas células se forman en la
médula ósea, que es el tejido esponjoso que se encuentra en el centro de los
huesos grandes del cuerpo, como la columna vertebral, por ejemplo.
Todos los días, sin que te des cuenta, se producen billones
de células de la sangre nuevas en la médula ósea. La mayoría de estas células
son glóbulos rojos, que se necesitan en grandes cantidades para que transporten
el oxígeno en la sangre. Cuando una persona tiene leucemia, la médula ósea
empieza a producir más glóbulos blancos de los que se necesitan. Es decir,
existe una sobre producción de glóbulos blancos que por lo general no maduran,
pero tienden a vivir mucho más de lo que es considerado normal en su ciclo de
vida.
La pregunta que seguramente te surge es ¿Y qué pasa cuando
hay más glóbulos blancos de los que realmente requiere el cuerpo? A simple
vista parecería que el tener más células que combatan las infecciones en el
cuerpo, no tiene nada de malo.
El problema es que estas células son inmaduras, y no pueden
combatir las infecciones como lo hacen los glóbulos blancos maduros. Además, a
medida que se acumulan interfieren en el funcionamiento normal del organismo,
pues afectan la producción correcta y saludable de las células de la sangre.
¿Te imaginas? Llega un momento en el que no se producen suficientes glóbulos
rojos para transportar oxígeno a todo el cuerpo, ni suficientes plaquetas para
ayudar a formar coágulos cuando se necesitan, y tampoco se producen glóbulos
blancos normales para poder defender al cuerpo de las infecciones.
La lógica y la ciencia comprueban que entonces, quienes
tienen leucemia son más propensos a tener anemia, a sufrir de hemorragias, de
infecciones y de moretones en la piel.
Existen varios tipos de leucemia:
Leucemia Aguda: Se produce cuando los glóbulos blancos, se
multiplican rápidamente sin madurar, lo que impide que cumplan con su trabajo.
Leucemia Crónica: En este tipo de leucemia, los glóbulos
blancos maduran un poco más y se multiplican más lentamente, lo cual hace que
puedan funcionar normalmente por cierto tiempo. Por eso, este tipo de leucemia
puede pasar inadvertida y no dar síntomas por muchos años.
Aunque la causa o causas no se conocen con exactitud, se
sabe que existen diversos factores predisponentes como son los genéticos,
inmunodeficiencias, factores ambientales y virus.
Entre los factores identificados como desencadenantes de la
leucemia está la exposición a radiaciones ionizantes, el contacto con benceno,
pesticidas o alquitranes y el empleo de algunos fármacos contra el cáncer y
otros medicamentos. También algunos trastornos genéticos como el síndrome de
Down, aumentan el riesgo.
Otras clasificaciones se basan en el tipo de glóbulo blanco
afectado (linfocitos y mieloides). Dependiendo del tipo de leucemia, también
los síntomas pueden variar. Sin embargo, estos son los más comunes:
· Debilidad y fatiga constante.
· Pérdida de peso repentina.
· Ganglios inflamados.
· Propensión a sangrar y sufrir de moretones.
· Infecciones frecuentes.
· Fiebre y escalofríos.
· Sudoración excesiva durante la noche.
· Puntitos rojos en la piel.
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