
Los niños recién emprenden el viaje de la vida. Exploran
constantemente su mundo a través del oido y la vista, como lo hacen
usualmente los adultos, pero también a través del oído y la vista, como lo
hacen usualmente los adultos, pero también a través del gusto, el olfato y el
tacto. Mientras más jóvenes sean, más tiempo pasan sobre el suelo, en donde las
toxinas tienden a asentarse y acumularse.
Por mucho tiempo se ha sabido que los órganos y tejidos que
aún están en desarrollo son más sensibles a dañarse por influencia de toxinas.
La inmadurez del tracto gastrointestinal y de la barrera sanguínea del cerebro
en los niños permite una mayor absorción de tóxicos. Y sus funciones hepáticas
y renales aún no desarroladas son menos eficientes en el metabolismo y
excreción de toxinas. Los niños también tienen menos protección debido a su
sistema inmunitario inmaduro.
Los niños tienen una vida más prolongada por delante para
acumular las grandes cantidades de tóxicos de hoy en día y están desarrollando
enfermedades degenerativas más temprano en la vida. La exposición aumentada a
toxinas, en combinación con su mayor vulnerabilidad, forman la base de la
predicción de que los niños hoy en día tendrán una expectativa de vida menor
que sus padres.
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