Primero fueron los dedos (que tienen la ventaja de ir enganchados al propio cuerpo), luego vinieron las espinas de las rosas o las raspas de pescado y ya en la Edad de Piedra se empezaron a fabricar con madera, huesos, etc., hasta llegar al bronce, cobre, hierro, nácar, plata, oro y quizá platino y diamantes.
Se encontraron ejemplares ingeniosos incluso de doble fila en tumbas egipcias de 6 mil años de antigüedad y algunos pueblos viejunos como los Griegos consideraban que el sacerdote debía peinarse antes de acercarse al altar (no debían llevar coronilla). Por su parte, los romanos idearon el de bolsillo, muy parecido al actual.
En la Edad Media tuvo un significado simbólico, los mártires los llevaban consigo a las catacumbas y estaban tan de moda que se pueden ver en las vidrieras de antiguas iglesias. Y el ser humano se acostumbró a peinarse “vía crucis”, como el caso de los abadeses ingleses que hasta el siglo XVI se hacían un peinado litúrgico antes de ser consagrados .
También estuvo relacionado con la magia. En el s. XVII muchas europeas ilusas creían que la mejor solución contra las canas , sino peinarse y peinarse con un peine de plomo (que soltaría partículas)
Tras el peine vinieron las pelucas, bigotes y barbas y las peinetas. De hecho en el s.XIX se puso tan de moda el peinetón que mientras los hombres competían por quien la tenía más grande, las mujeres competían por llevar el peinetón más grande (algunas murieron desnucadas), pero ganó la Martirio.
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