Existe un concepto relacionado a las infecciones humanas que debe ser tan conocido como el ABC: la diferencia entre un virus y una bacteria. Se puede decir, sin lugar a equivocarse que LA DIFERENCIA ENTRE UN VIRUS Y UNA BACTERIA ES TAN GRANDE COMO LA QUE EXISTE ENTRE UN GRANO DE POLEN Y UN ELEFANTE.
Los virus son corpúsculos primitivos muy interesantes que no tienen vida propia y necesitan obligatoriamente estar dentro de un organismo desarrollado para reproducirse (y en ese proceso, causar enfermedad). Por su parte, las bacterias son organismos mucho más desarrollados, capaces de tener una vida autónoma y reproducirse sin necesidad de vivir dentro de otros organismos.
Los virus tienen una forma muy particular de “vida”. Son estructuras que no respiran, no se alimentan, no tienen metabolismo, no se reproducen independientemente ni producen deshechos; es más, ni siquiera mueren. Los virus son lo que se denomina “parásitos intracelulares obligatorios”, es decir, necesitan de una célula viva para hacer lo único que saben hacer: reproducirse ilimitadamente. Se puede decir que los virus son estructuras químicas independientes que circulan por el mundo con un solo propósito: buscar un huésped para infectarlo y reproducirse. Causan enfermedad al invadir las células y destruirlas en su proceso de reproducción.
Las bacterias son seres vivos independientes, respiran, se alimentan, tienen metabolismo, se reproducen independientemente, producen deshechos y mueren. Causan enfermedad al producir toxinas que envenenan a las células y tejidos.
El saber esa diferencia no solo es importante como cultura general, sino que ayuda a entender por qué muchas veces los médicos no prescriben antibióticos a pesar de que el paciente tiene fiebre alta y signos de severa y obvia infección. Los virus no tienen tratamiento específico, los antibióticos no funcionan contra ellos. Los antibióticos solo pueden matar a las bacterias.
Algunos ejemplos de virus son el virus de inmunodeficiencia humana VIH, causante del sida, los virus de las hepatitis A, B y C (hepatitis virales), el virus papiloma humano VPH (causante del 90% de casos de cáncer del cuello del útero), y los virus que causan la influenza, los resfríos, las paperas, el sarampión, la rubéola y las meningitis, entre otros. Ninguna de esas enfermedades se beneficia de antibióticos y solo queda esperar que la defensa del paciente se libre del virus o que la enfermedad siga un curso fatal.
Algunos ejemplos de bacterias son el Bacilo de Koch (causante de la tuberculosis), los neumococos (causantes de neumonías y meningitis), los estreptococos y estafilocos (causantes entre otras cosas de los forúnculos o granitos de pus en la piel) y las salmonellas (causantes de disenterías y fiebre tifoidea).
Cuando un paciente se presenta al médico con signos de infección, este debe siempre preguntarse: ¿es ésta infección viral o bacteriana?. Muchas veces (y ahí radica el arte y la ciencia de la medicina), el médico puede darse cuenta de esa diferencia y decide la prescripción de antibióticos.
Por ejemplo, el 90% de los casos de dolor de garganta y fiebre son producidos por un virus, por lo que es un error tomar antibióticos inmediatamente. Por otro lado, las infecciones urinarias por ejemplo, son casi siempre de causa bacteriana, y el médico debe iniciar un tratamiento antibiótico mientras se espera el resultado del examen y cultivo de orina.
De tal modo que no se decepcione la próxima vez que usted tenga síntomas de una infección y su doctor no le recete un antibiótico. Es muy probable que tenga una infección viral.
Ah y por último, por favor no se automedique con antibioticos si tiene fiebre, es posible que al tener una infección viral no necesite antibióticos y lo único que va a hacer es crear resistencia bacteriana, es decir, cuando realmente necesite un antibiótico, este ya no va a funcionar.
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