Una tarde del año 1564 una tempestad extraordinariamente fuerte derribó un enorme árbol cerca del poblado de Borrowdale, en Cumberland, Inglaterra.
Debajo del sitio donde habían estado sus raíces apareció una masa de cierta sustancia negra de aspecto mineral, desconocida hasta entonces: era una veta de plombagina, o "plomo negro". Fue el grafito más puro encontrado en ese país y posiblemente en el mundo entero.
Los pastores de los alrededores comenzaron a usar pedazos de este material para marcar sus ovejas. Sin embargo, otros habitantes de la zona con más sentido de los negocios comenzaron a partirlo en forma de varitas, que luego vendían en Londres bajo el nombre de "piedras de marcar". Estas varitas tenían dos notables deficiencias: se rompían fácilmente y manchaban las manos y todo lo que tocaban.
Algún genio desconocido resolvió el problema de la suciedad enredando un cordel alrededor y a lo largo de la vara de grafito para ir quitándolo a medida que se la gastaba.
A mediados del siglo XVIII, las minas inglesas de grafito eran explotadas por la Corona , y servían también para la fundición de cañones, por lo que se convirtió en un mineral estratégico del Ejército Inglés, de manera que hasta registraban a los mineros de las minas de grafito para que no se llevaran escondido ni un trozo de mineral, delito que se podía castigar incluso con la pena de muerte.
La escasez de grafito en Europa obligó a buscar soluciones alternativas.
En 1750, Kaspar Faber, artesano de Baviera, mezcló el grafito con polvo de azufre, antimonio y resinas, hasta que dio con una masa espesa y viscosa que convertida en varita se conservaba mas firme que el grafito puro.
Kaspar llamaba "plomo" al grafito, un mineral de color negro agrisado, graso al tacto, compuesto casi exclusivamente de carbono y sumamente blando. Las primeras minas se fabricaron con varillas de grafito y después ante el agotamiento del yacimiento inglés se empleó el mineral sobrante de menor calidad, pulverizado y aglutinado con colas, sin que se obtuvieran buenos resultados. Más tarde, se fue mejorando su calidad al incorporarle otras sustancias como el azufre y la arcilla que Conté le agregó en 1795 y que todavía se sique utilizando.
Su producción y venta recibió un fuerte impulso a mediados del siglo XIX, de manos del barón Lothar Faber, que adquirió en 1856 una mina de grafito en Siberia, cuya producción hizo transportar a lomo de reno y por barco hasta la factoría de Stein.
Lothan disgustado y perjudicado por las imitaciones logró en 1874 que el Reichstag promulgara una ley para proteger su marca, lo que convirtió a su lápiz en el primer artículo patentado de Alemania: A.W. Faber que llevaba junto al apellido el nombre del hijo de Kaspar, Anton Wilhelm.
Jacques Conté
En 1790, el químico e inventor francés Jacques Conté, por orden de Napoleón Bonaparte se dedicó a hacer lápices dada la escasez que había de ellos a causa de la guerra con Inglaterra.
En 1795 produjo por primera vez lápices hechos de grafito, previamente molido con ciertos tipos de arcilla, prensado en barras que se horneaban en recipientes de cerámica. Por último, se rodeaban de madera de cedro. Pronto se impusieron en todo el mundo.
Otras documentaciones indican que el verdadero inventor fué Josef Hardtmuth que, descontento con la baja calidad de los utensilios que disponía para escribir, tuvo la ocurrencia de mezclar arcilla con polvo de grafito, formar unas minas, cocerlas y sumergirlas posteriormente en un baño de cera para que el grafito dejara rastro en el papel.
Añadiendo unas cantidades determinadas de arcilla a la mezcla, pudo determinar el grado de dureza del lápiz. En 1.792 fundó su propia empresa en Viena.
En 1812, el ebanista e inventor William Monroe, de Concord (Massachussets), fabricó una máquina que producía estrechas tablitas semicilíndricas de madera de 16 a 18 cms de longitud.
A lo largo de cada tablilla, el aparato producía estrías justo en la mitad del grosor del delgado semicilindro moldeado. A continuación Monroe unía con cola las dos secciones de madera, pegándolas estrechamente en torno al grafito. Así fue como nació el lápiz tal y como lo conocemos en la actualidad.
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