El abrazo, este se daba
porque en alguna época se desconfiaba de la persona con la que se estaba apunto
de charlar, y se consideraba que el estrecharse entre brazos tenia la intención
de que ambas partes “revisaras” que el interlocutor no poseía una arma al
alcance, ya sea espalda o cinto, que pudiera ser utilizada para atacar al
contrario.
Pero, en el caso del saludo con las manos ¿cómo surgió?
Pues se supone que en la antigüedad, y según la leyenda, el apretón de manos era una forma mediante la cual un dios concedía su poder a un dirigente terrestre. Esto está grabado en varios jeroglíficos egipcios, donde el verbo dar está representado por una mano extendida hacia otro.
Los historiadores piensan que el hombre primitivo, que andaba siempre armado, extendía la mano para mostrar a alguien que no portaba un arma (por lo menos en esa mano) y deseaba la paz. (Similar a lo mencionado del abrazo)
Sin embargo, el apretón de manos moderno es una costumbre que tuvo su origen en los duelos con espada en la Edad Media. Los adversarios, por exigencia del reglamento, eran obligados a hacer un saludo especial (con frecuencia era un abrazo).
Los rivales, con justificado miedo a sufrir un golpe traicionero, optaron por otro protocolo y cambiaron el abrazo (que resultaba algo tierno para la ocasión) por un fuerte y masculino pero algo inútil apretón de manos.
Pero, en el caso del saludo con las manos ¿cómo surgió?
Pues se supone que en la antigüedad, y según la leyenda, el apretón de manos era una forma mediante la cual un dios concedía su poder a un dirigente terrestre. Esto está grabado en varios jeroglíficos egipcios, donde el verbo dar está representado por una mano extendida hacia otro.
Los historiadores piensan que el hombre primitivo, que andaba siempre armado, extendía la mano para mostrar a alguien que no portaba un arma (por lo menos en esa mano) y deseaba la paz. (Similar a lo mencionado del abrazo)
Sin embargo, el apretón de manos moderno es una costumbre que tuvo su origen en los duelos con espada en la Edad Media. Los adversarios, por exigencia del reglamento, eran obligados a hacer un saludo especial (con frecuencia era un abrazo).
Los rivales, con justificado miedo a sufrir un golpe traicionero, optaron por otro protocolo y cambiaron el abrazo (que resultaba algo tierno para la ocasión) por un fuerte y masculino pero algo inútil apretón de manos.
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